Aznar y la Física

En un momento en que las cosas se pusieron difíciles para el público, y era arduo explicar lo que era la Física, hubo quien trató de salir del impasse diciendo que Física es lo que hacen los físicos. La definición gustó a ciertos políticos, porque es estupendo poder decir, por ejemplo, que socialismo es lo que hacen los socialistas. Me temo que el aserto  debe gustarle a Rajoy, y no solo a Rajoy, para poder decir que la política del PP es la que hace el Gobierno, y que si el pobre Montoro nos sube los impuestos es muy a su pesar, y con enorme dolor.

Pues bien, en medio de tanta complacencia ideológica se nos apareció Aznar, al que el plasma no le quita brillo, se lo da. ¿Y que dijo? Pues que los físicos puede que hagan Física, pero que, si por ejemplo, cometen una estafa, no pueden refugiarse ni en Newton ni en Einstein, que la Física es otra cosa. Traduzco: que aunque la haga un Gobierno con apoyo del PP la política que el Gobierno está haciendo no es la política del PP. En la Física cuentan las evidencias, no solo los relatos, y en la política así debiera ser. Que la política de Rajoy no es la del PP es una obviedad, y si Aznar lo ha subrayado es para que los electores no se confundan, que podría pasar.

Subir impuestos, ponerse al pairo, carecer de proyecto, ceder ante los separatistas, soltar a Bolinaga, o disminuir todavía más la ya casi inexistente autonomía del órgano de gobierno de los jueces, no es la política del PP y no debiera seguir siéndolo. Para empezar, Aznar, ha dicho con mucha claridad lo que muchos lamentan con pena, y es evidente que esto no puede quedarse en una simple constatación: recordando un título de Ortega, hay “Bronca en la Física”, y eso es muy bueno para la libertad, aunque a muchos no les suene el término.
hipocresía fiscal

Rajoy

No tiene demasiada buena fama como político, pero se trata de un baldón que podría corregir con facilidad. Bastaría que dijese públicamente que reta a Luis Bárcenas a publicar la información que pueda comprometer a cualquier dirigente pasado o presente del PP, incluso a él mismo, o que se presente ante el juzgado, es una forma de hablar, y que reclame que se obligue al tal Bárcenas a contar cuanto sepa en su posible defensa y a hablar cuanto antes. Todo lo que no sea eso será escapismo hacia la miseria más absoluta, y lo pagaremos todos con él, pero él también. ¡Ya está bien!
Libros digitales

Rajoy ganará las próximas elecciones

Eso dice en el ABC. Es toda una noticia, porque, de momento, se está desangrando, él y su partido, sin beneficio aparente. Dice que está cumpliendo con su deber y que hay que saber en qué estado se encuentran las cosas para juzgar. No puedo estar más de acuerdo con ese juicio formal, y doy por hecho que no miente al expresar sus convicciones morales acerca de la conducta que ha elegido, pero mis apreciaciones de hecho son diametralmente opuestas a las de Rajoy. Me gustaría equivocarme, porque aprendería mucho con ello y a España le iría mejor, pero lo malo del deber, y lo bueno de la libertad política,  es que cada cual cree tener el suyo. 

primores de lo vulgar

¿Qué te parece el Gobierno?

Como no se habla de otra cosa, mucha gente me pregunta algo parecido, y como no es correcto no contestar, además de que en este país se pierde inmediatamente prestigio  si uno se calla, pues suelo decir que desigual, que no es decir gran cosa, pero da pistas. Un excelente equipo económico, un ministro de Educación y tal y cual realmente listo y brillante, y mucha gente con carrera política. Soraya me cae muy bien, siempre creo que me recuerda a alguien, y me parece un complemento ideal del presidente, que tiene  ese aire antiguo y respetable pero un poco aburrido, en público, me refiero, como corresponde a alguien que presume de ser previsible. Si entre estos y los demás lo hacen bien, llegarán a ser figuras, aunque me olvido de mencionar a quien estoy casi seguro que va a tratar de ser el Messi del gobierno, y no se si será peor que lo consiga o que no.

Un escenario político enrarecido


Es frecuente acudir a la comparación entre las circunstancias políticas del cambio de gobierno de  1996, el fin del largo período felipista, y las que se adivinan ahora frente al presumible triunfo del Partido Popular. Se trata, sin embargo, de una analogía bastante poco ajustada. Es verdad que el PP heredó una crisis económica muy grave, pero todo indica que lo de ahora es bastante peor, también en el plano puramente político. La posibilidad de incorporarnos al euro, como coronación de nuestra integración en Europa, iluminaba en 1996 el difícil escenario económico con matices favorables al esfuerzo por alcanzar unos objetivos tan ambiciosos; ahora, por el contrario, el sentimiento predominante es el del miedo, sin apenas espacio para la ilusión colectiva. Cuando se sabe que nuestra economía, y algo más, está intervenida, y no hay certeza de que se pueda llegar a la fecha electoral con un mínimo de normalidad, es muy difícil encandilarse con metas de cualquier tipo.
Desde el punto de vista político, a la pujanza del PP de 1996 se contraponía un PSOE desgastado, pero sin fisuras importantes, y todo lo demás estaba en su sitio. Ahora, el PP puede alcanzar la victoria,  pero el escenario político que le espera ofrece numerosos signos inquietantes. El PSOE no se encuentra, simplemente, desconcertado por una bicefalia asimétrica y estrafalaria, sino que se halla, realmente, frente a una amenaza de naufragio, frente a un revés de proporciones históricas. Los optimistas tendemos a pensar que esa pudiera ser una ocasión inmejorable para que se produzca una auténtica transformación de la izquierda, pero no hay signo alguno que haga verosímil una eventualidad semejante. Un PSOE que, al margen de los ataques de pánico del presidente que le han llevado a hacer cosas tan precipitadas y extrañas como la modificación urgente de la Constitución, es capaz de votar una propuesta de los nacionalistas más radicales para tocar las narices al poder judicial, no ofrece el más leve signo de que pueda reformarse de manera inmediata, aunque las derrotas son muy pedagógicas.
Los nacionalistas, por su parte, además de no renunciar ni al último segundo para sacar tajada, parecen haberse echado al monte, aunque muchos vuelvan a casa por la noche a dormir con comodidad. No es necesario dar muchos más detalles, pero bastará con recordar que el ex secretario general del PP, y presidente de Asturias, señor Álvarez Cascos, presenta un lista rival del PP por Madrid para darse cuenta de que el escenario político está profundamente alterado.
Así las cosas, el panorama con el que se va a  encontrar Mariano Rajoy, si, en efecto, gana las elecciones, probablemente con muy baja participación y con amplia mayoría, será bastante más complicado que el de 1996, y va a exigir algo más que unas políticas de ajuste eficaces, rápidas y creíbles. Un factor determinante será la solidez de su grupo parlamentario, que se habrá de enfrentar con amenazas y situaciones inéditas, y otro su capacidad de establecer una alianza de fondo con el PSOE para afrontar una reforma política y constitucional que permita poner el orden y la austeridad imprescindibles para que la recuperación económica pueda ser sólida y duradera. Es obvio que lo que quede del PSOE para esa fecha podrá sentir la tentación de negarse a colaborar, pero, al menos a mi entender, eso sería clavar el último clavo en su propio ataúd político, y no será fácil que Rubalcaba, si sobrevive, se preste a ello. 
Me parece, sin embargo, que en este panorama tan poco halagüeño, va a existir un factor con el que se suele contar poco, y que convendría tener muy presente, la hartura de un altísimo número de españoles frente a tanto disparate, su convencimiento de que nuestra situación económica exige cambios drásticos, y su escasa disposición a seguir las presumibles consignas revolucionarias de sindicatos, indignados y desplazados de los beneficios de un sistema tan dadivoso como insostenible. Creo que una amplísima mayoría de españoles se pondrá detrás de un gobierno decente y razonable, que acometa sin dilaciones las reformas necesarias, y que se proponga poner coto a la infinita variedad de disparates políticos y económicos que, poco a poco pero sin pausa, hemos ido conociendo en los últimos meses y que han desangrado las arcas públicas hasta extremos lamentables. Es evidente que una nueva política va a exigir un tono moral muy distinto, y es lógico que algunos puedan sentir temor a las resistencia, pero la confianza de los ciudadanos se gana con determinación y con coherencia. Habrá que hacer una poda bastante radical, y eso va a resultar molesto para algunos, pero no  para cuantos saben que no se puede seguir viviendo del cuento, ni de las subvenciones hasta para pedirlas. Claro es que si Rajoy quiere triunfar ante esta difícil tarea, habrá de empezar predicando con el ejemplo, disciplinando a los suyos, y ni siquiera eso será fácil.

El riesgo político

Es evidente que la política es una profesión de riesgo, porque casi siempre termina personalmente mal, e imagino que ese es un pensamiento que le venga con alguna frecuencia a la cabeza de Rubalcaba. Ahora bien, una cosa es que ese riesgo sea inevitable y otra, muy distinta, es ser excesivamente arriesgado. Cuando se es se hace mala política, velis nolis, porque el político tiene que vivir de realidades, de resultados, no de experimentos. Cuando las cosas se apasionan en exceso, y entre nosotros ocurre siempre que el PSOE está a punto de perder y, no digamos, a punto de ganar, la moderación es algo especialmente inexcusable.
Ahora los jueces, bueno, sólo uno de ellos, el que toca,  parecen cercar políticamente a Rubalcaba, porque es bastante inimaginable que unos policías, aunque fuesen directores generales, se inventen una operación como la del Faisán, a ver qué pasa. Sin embargo, los líderes del PP no deberían sobreactuar y creo que Rajoy ha estado muy en su punto en lo que ha dicho hoy respecto al caso, que quiere que el Gobierno diga la verdad, y que Rubalcaba, que ya no tiene responsabilidades, es muy libre de hacer lo que quiera.
Hay momentos en que los votos no se ganan a gritos, por curioso que parezca a algunos.