No saber lo que pasa

Es siempre útil releer a Ortega, pero en España estamos atravesando momentos en que resulta especialmente aconsejable. Ortega señaló la frivolidad y la falta de advertencia sobre la realidad como defectos bastante comunes, fruto, en el fondo, de la rutina y la pereza intelectual de nuestra clase dirigente. Pero también la mala costumbre de todo el mundo al habituarse a lo extraordinario como si fuese común, al convertirnos todos en «señoritos satisfechos». Eso es lo que hay detrás de la negativa del gobierno, y de los políticos en general, a revisar el funcionamiento de un sistema que está absolutamente en quiebra. De aquí al miedo, al pánico y al descontrol, falta realmente muy poco y habría que procurar evitarlo, pero eso exige mucho valor en gentes que parecen andar escasos. De momento, lo que se lleva, en una especie de consenso irresponsable, es pedir que los alemanes nos paguen las cañas, y no van a querer, que es lo que haríamos nosotros, desde luego, en su caso.