Un patriota

A veces me preguntan qué ejemplos de patriotismo pueden ponerse, aparte los obvios de la literatura historicista y moral, tan en desuso. Aquí tienen un caso absolutamente ejemplar, el de un ingeniero que lucha, con eficacia, contra las cacicadas de las grandes compañías eléctricas, siempre bien apoyadas en la indiferencia o el cohecho de los altos funcionarios y de los gobiernos, de todos los colores, por supuesto. Se trata de un ejemplo vivo, y merece toda nuestra gratitud, sea cual fuere su ideología política, que no me importa en absoluto.
Un aviso romántico

España somos todos

He estado en la concentración de hoy en Colón, creo que ha sido un acto emotivo, perfecto, sobrio, como deben ser las manifestaciones de amor a la patria. Me uno a todo lo que se ha dicho porque no se ha hablado contra nadie, aunque sea obvio que todos los presentes lo estabamos contra quienes quieren deshacer o romper España. Me ha encantado, en especial, el uso de la letra para el himno nacional que escribió Jon Juaristi, y  que ha sido cantada primero por una joven que se apellida, nada menos, Fernández de Córdoba, y luego, ya al final, por una cantante nueva de voz excepcional, Yanela Brooks, nacida en Cuba, pero española de los que de verdad quieren serlo. He aquí la hermosa letra que se puede cantar, y recordar:
Canta, España,
Y al viento de los pueblos lanza tu cantar:
Hora es de recordar
Que alas de lino
Te abrieron camino
De un confín al otro del inmenso mar.
Patria mía
Que guardas la alegría de la antigua edad:
Florezca en tu heredad,
Al sol de Europa
Alzada la copa,
El árbol sagrado de la Libertad.

Mis felicitaciones a DENAES, y a sus dirigentes, muy en especial a  su presidente,   Santiago Abascal, porque están haciendo un trabajo digno de todo elogio, valiente, abierto, inteligente, de buenos patriotas, algo que no siempre abunda, para nuestra desgracia. 
Miedo me dan

El reflujo

Ninguna identidad se construye sin contraste con lo otro, salvo que se sea capaz de construir una identidad muy reflexiva, culta, autocontrolada, moral, una identidad basada en la exigencia, pero también  en el respeto, y la admiración, de lo otro, cuando lo merezcan, cosa muy frecuente. Ese objetivo exigente y difícil debería ser, según creo, el objetivo moral del patriotismo, la emulación más que el rechazo, el deseo de gloria y de grandeza antes que la mera contraposición, lo que fue capaz de hacer, sentir y pensar Santiago Ramón y Cajal, por ejemplo, que decía de sí mismo, no ser un sabio (como entonces, a la francesa, se llamaba a los científicos) sino un patriota. 
Creo que es patriotismo español tiene un amplio campo, y ha de esforzarse por superar el reflujo, la ola de rechazo y cabreo que se producen en el español de a píe y normal a consecuencia de los insultos, el desprecio y el rechazo de los secesionistas catalanes, ahora; pasa con eso lo que también pasó con la ETA que, muy a su pesar, ha proporcionado sentimientos comunes a unos españoles bastante escasos de esa munición, por el largo predominio de gobiernos funcionariales, en el peor sentido de la expresión que lo tiene y es grave, despóticos y supuestamente técnicos. Los peores gobiernos son los que solo saben llegar al poder y no saben luego para qué.  Hemos padecido unos cuantos, y no solo en el pasado.
Ahora hay que resistir el embate desintegrador de los secesionistas y hay que hacerlo con una voluntad firme y con una estrategia de largo alcance. No será fácil porque vamos perdiendo, pero la batalla es de las que merecen la pena, de las que se ganan con gloria y provecho, aunque también se pueden perder con deshonra y desastre. Nos hace falta grandeza de ánimo, ambición, más que codicia, como solía contrastar Unamuno, y librarnos de los efectos perniciosos del reflujo para saber aprovechar inteligentemente la energía bruta que con su suficiencia y estupidez  nos presta el enemigo necio. 
phablets y minis

Patriotismo fuera de lugar

La cita más repetida acerca del patriotismo, y la que más me duele, es la que afirma que el patriotismo es el último refugio de los canallas. Lo que duele puede molestar sólo en la medida en que resulte verdadero. Que los socialistas exijan que se repudie a Sarkozy por hablar mal de España, cuando lo único que ha hecho es recordar la evidencia de que siete años de socialismo han empobrecido a España, indica que lo único que les interesa es la propaganda y la industria del engaño, o, lo que es lo mismo,  que llegan a ser tan bobos que nos creen todavía más de lo que ellos son.
Éxito del Note

Desmemoria de un gran español

A pesar de existir una sociedad estatal que habría de velar por este tipo de cosas, en 2011 se han cumplido doscientos años de la muerte de uno de los mejores españoles del siglo XIX, don Gaspar Melchor de Jovellanos, en medio de un silencio inexplicable. Soy de los que cree que el olvido de Jovellanos es muy significativo, que no es mera desmemoria, que se trata de un español incómodo.
Jovellanos, fue un patriota cabal, un hombre que vio con absoluta claridad que, aunque compartiese  los puntos de vista de los ilustrados y simpatizase con sus ideas políticas, eso no podía ser razón suficiente para ser un afrancesado, para prestarse a ser súbdito de un rey ajeno, porque entendía que, más allá de las ideas están las cosas, y España era una realidad histórica que no se podía ni confundir con Francia ni subordinar a los designios del emperador:  «Yo no sigo un partido, sino la santa y justa causa que sostiene mi patria». Haber defendido con constancia y con convicción ideas que no cuadraban bien ni con unos ni con otros, ser independiente y honesto, no ha ayudado a que su memoria sea honrada por todos en una España demasiado inclinada al maniqueísmo, al odium theologicum.
A fuer de raro, Jovellanos fue, entre un sinfín de cosas importantes, un extraordinario memorialista, un testigo puntual de lo que veía y lo que pasaba. Leer sus Diarios, que ahora son afortunadamente accesibles en la página web de su bicentenario, nos proporciona una experiencia impagable. Jovellanos sostiene una mirada atenta al paisaje, a los seres humanos, a los testimonios de la historia y del arte que él describe con ojos primerizos, antes de que se hubiese codificado el gusto artístico por lo histórico. Es un enorme placer pasearse por aquella España de la que casi no  queda ya ni el paisaje, esa tierra que él amaba y quería convertir en asiento de una forma superior de vida y de convivencia. Reformista convencido, no deja de sugerir continuamente todo lo que se podía hacer y estaba por hacer, porque “la patria la hacen los caminos”, una sentencia que hay que interpretar no solo como que los lazos de unión son esenciales, sino en el sentido de que de nada sirven ni las leyes ni las instituciones si no se ven reflejadas en formas de comunidad, de cultura, diríamos hoy, efectivas y comúnmente respetadas.
Esta dimensión de Jovellanos es la que me parece de mayor actualidad. En un país con mucha propensión al arbitrismo, Jovellanos representa un torrente de buen sentido, de paciencia, de empeño razonable, pero en nada dispuesto a claudicar. Cuando pienso en los problemas y las carencias que tanto nos atosigan en nuestra vida política, siempre termino recordando a Jovellanos, al patriota paciente y decidido que sabía que nada se arregla con meras leyes, aunque sean justas y necesarias, que  la patria se construye día a día, con el trabajo de cada quien, con la ambición de todos, sin confiar en ninguna fórmula mágica sino en el deseo de convivir, de prosperar, de llevar un vida digna, ejemplar, como hizo, en medio de incomprensiones, injusticias y deslealtades, ese gran español cuya obra les invito a visitar. No saldrán defraudados.

El libro de Alejo

He estado en la presentación del nuevo libro de Alejo Vidal Quadras, cuya adquisición y lectura recomiendo vivamente a todos los optimistas. Tenía interés en saludar al autor y en celebrar lo que dice, pero he de confesar que también tenía ganas de reír, y a fe que lo he conseguido. Alejo es un tipo realmente divertido, irónico, sumamente ingenioso, una auténtica rareza en el panorama político, y, tras el rito de las presentaciones, su intervención ha sido realmente jocosa y atractiva. Hablaré de alguna de las cosas que dice, pero ahora quiero subrayar que Alejo piensa por su cuenta y piensa bien, consigue ser respetuoso y mordaz a un tiempo, cosa que parece imposible hasta conocerle, es, en suma, uno de los pocos españoles que podría dar una charla digna de TED. Es penoso que un hombre tan clarividente esté en una especie de vía muerta de la política, sobre todo teniendo en cuenta la nube de mediocres que hace brillante carrera, pero así son las cosas, y Alejo ha sabido dar siempre, además, muestra de paciencia, de resistencia y de una rara ecuanimidad, señas todas del patriotismo crítico de un catalán, hasta la médula, y de un español admirable y cabal.

Ramón y Cajal en Aragón

Una de las alegrías que me ha deparado el reciente proceso electoral es haber visto a Luisa Fernanda Rudí, presidenta de Aragón, hablar de Santiago Ramón y Cajal, proponer su ejemplo a los ciudadanos y establecer un premio importante bajo su advocación. Es muy difícil entender  el descuido en el que se encuentra la figura de nuestro único científico de primer nivel.No tenemos, por ejemplo, una edición mínimamente decente de casi nada de lo que escribió. Don Santiago fue un español apasionado y un patriota ejemplar, un hombre tan excepcional como fácil de imit ar, se mire por donde se mire, aunque para hacerlo hay que esforzarse por alcanzar su carácter, su paciencia, su valentía, su tesón y su ambición, cosas poco socialdemócratas, hay que reconocerlo. Los lectores que quieran pasar un rato muy agradable deberán leer sus escritos autobiográficos, fuente de numerosas reflexiones y enseñanzas. Hay algunos trabajos míos que se pueden encontrar en mi página web y que pueden servir para que cualquiera comprenda las ideas políticas del aragonés. Hay que esperar que la invocación a Ramón y Cajal no se quede en una ceremonia. 
¡Pobre Microsoft!

Hoy hace un año

Hoy hace un año viví unos de los momentos más emotivos de mi vida. España ganó el Mundial de fútbol, algo que parecía imposible que sucediese. Creo que la calle se llenó de gente que estaba entusiasmada por esa victoria, y por lo que significaba. Siempre he pensado que esta España nuestra está en todo  muy por debajo de lo que podría estar, debido a viejos vicios que no nos dejan vivir tranquilamente, a abusos de todo género, al increíble poder que llegan a alcanzar muchos muy, pero muy, tontos. No hay más remedio que reconocer que la culpa es de los que lo consentimos, desde luego, pero ver cómo se había logrado una meta tan alta y difícil haciendo las cosas bien fue realmente hermoso. ¡Ah! y además me gusta el fútbol, claro.  


Una utilidad maravillosa

Obama se presenta de nuevo

Obama se acerca al término de su primer mandato y lo hace habiendo perdido gran parte del fulgor que le encumbró en exceso. Veremos qué sucede ahora, pero lo normal será que vuelva a triunfar, porque, a diferencia de lo que, lamentablemente, ocurre entre nosotros, el presidente de EEUU es, sobre todo, el líder de una gran nación y, muy secundariamente, un líder de parte. Tendríamos que aprender de esa sabiduría tan simple: podemos seguir disputando, pero no es necesario exagerar, es más útil ponerle límites a las arbitrariedades, a los sesgos ideológicos porque nuestra nación también está dividida y se podría arreglar muy bien con sus escisiones sin que nadie necesita exagerarlas. 
Malos usos de la competencia

Los ejércitos y el pueblo

Ni siquiera la continuada serie de habilidosas artimañas urdidas por los gobiernos de Zapatero han sido capaces de evitar que el desfile militar con motivo de la Fiesta Nacional se convierta en una oportunidad para que el pueblo manifieste su admiración, su gratitud y su entusiasmo por las fuerzas armadas españolas.
En ese ambiente emocional el pueblo nunca se engaña; sabe que el Rey, la bandera, y nuestros soldados son su última protección frente a la barbarie, representan la seguridad, nuestra libertad, la posibilidad de vivir en paz y en igualdad bajo el dominio de la ley. Precisamente por esa certeza más allá de cualquier idea política, los españoles que asistieron ayer al desfile prorrumpieron continuadamente en gritos contra Zapatero, en silbidos, en peticiones de dimisión, una protesta que ni siquiera la sumisa TVE consiguió disimular del todo.
Durante sus años de gobierno Zapatero se ha empeñado sañudamente en poner en sordina los sentimientos que ayer se desbordaron al paso de nuestros soldados. Ha intentado desmilitarizar al ejército convirtiéndolo en un grupo de hermanitas de la caridad, paradójicamente armado. Ha herido profundamente el patriotismo de los españoles escondiendo los símbolos nacionales y azuzando las querellas territoriales y los enfrentamientos; se ha sostenido en el gobierno gracias al amparo de quienes llaman genocidio a la hispanización de América; ha sometido a tensiones insoportables la unidad política de España encarnada en la Constitución; ha promovido un pacifismo tan necio como cobarde que equipara inicuamente a las víctimas con sus verdugos; ha negociado con quienes nos quieren destruir; ha pagado rescates a secuestradores y terroristas que han atentado contra la vida y los intereses de los españoles, y ha impedido cobardemente que nuestras tropas, perfectamente capaces de hacerlo, les suministrasen castigo, la única vía disuasoria conocida.
Por si fueran pocas tales hazañas, el gobierno de Zapatero nos ha conducido habilísimamente a la ruina más absoluta, y nos sigue tratando como a necios mintiendo de manera continua sobre medidas que va a tomar, y que no toma porque no le convienen políticamente. Un Zapatero aparentemente feliz y sonriente junto al Rey, las tropas, y la bandera, es más de lo que puede tolerar la sensibilidad de los ciudadanos que saben que mientras este personaje siga al frente del gobierno no habrá esperanza alguna, tal es su infinita capacidad para la martingala y el engaño.
El griterío de los asistentes ha ensombrecido en ocasiones la solemnidad de los actos, como en el momento de homenaje a los caídos, por ejemplo. Pero el descontento popular no expresa ninguna falta de respeto hacia la memoria de esos españoles heroicos, sino un desagrado profundo de que el presidente menos gallardo de nuestra historia, el personaje más alejado de las virtudes que se celebran, como el patriotismo, el heroísmo, la generosidad, o el sacrificio por los demás, se luzca en esos escenarios de los que no es digno. Sería deseable que esa clase de contrastes entre la solemnidad de los actos y la indignación popular no se produjesen, pero seguirán mientras Zapatero siga comportándose como si ser español le pareciese un baldón difícil de sobrellevar, como si defender nuestra dignidad no fuese su obligación, también frente a sus amigachos, como ese personaje bufonesco que tiraniza a Venezuela, y que ayer no permitió que la bandera de esa república desfilase ante la nuestra y ante el Rey.