2,77%

Decididamente, buena parte de la clase política toma a los españoles por idiotas incurables. No hay otro modo de explicar que el socialista que dirige el servicio de empleo en Andalucía, el servicio a través del cual se han perpetrado fraudes vergonzosos, inimaginables en un país medianamente decente, como incluir en el ERE de una empresa a personas que jamás habían trabajado en ella para que cobren indemnizaciones millonarias, o hacer que figure alguien con tanta antigüedad como vida, y tropelías similares, cometidas en cientos, seguramente miles, de expedientes administrativos, se haya atrevido a afirmar, como si tal cosa, que esa clase de irregularidades solo ha afectado, según él, que habrá que ver, al 2,77% de los expedientes de regulación de empleo.
Pongamos que se descubre que en las Casas cuartel de la Guardia Civil se expenden drogas o se facilitan armas ilegales, y el responsable explicase que solo ha pasado en el 2,77% de los cuarteles; o que se descubra que en las sedes judiciales existen casas de putas perfectamente organizadas, y el Consejo del Poder Judicial explicase que solo en el 2,77% de los juzgados; o que en la Casa de la Moneda desapareciesen los billetes de 500 euros, y el director arguyera que solo en un 2,77%. No sigo, para no cansarme y no cansarles.
Es literalmente escandaloso que un individuo se pueda llegar a imaginar que esa explicación sirva para algo, que suponga que su palabra nos vaya a dejar más tranquilos respecto a la moralidad pública que impera en sus servicios que antes de oírle semejante excusa. Lo diré con toda claridad, ese individuo es un peligro público, un cínico, un absoluto inmoral, un hombre sin ninguna especie de vergüenza. Pero más indignación, si cabe, me produce el pensar que, diciendo lo que ha dicho, le han oído los presentes, y se han marchado a casa como si tal cosa. Verdad es que no se puede caer más bajo, aunque, al menos últimamente, no me gusta ser optimista. 
Felipe Gonzalez dijo que el cambio, socialista, por supuesto, consistiría en que el país funcionase. Tras treinta años de cambio en Andalucía la cosa parece haber consistido, más bien, en que se ha perdido cualquier asomo de decencia, y hasta el menor atisbo de capacidad de indignación: hay que reconocer que ha sido una terapia de eficacia portentosa.