Devotio iberica

La devotio iberica ha resplandecido con toda intensidad allí donde era más necesaria, en el CGPJ, el Consejo de la Justicia cuasi poder independiente del Estado, ese lugar de ciegos sabios que es completamente incapaz de distinguir la ley, y no digamos la moral, de los amigos y los enemigos. Da gusto vivir en un país con instituciones tan ejemplarmente encanalladas. Supongo que a quien me sé todo esto le parecerá normal. Desgraciado país que desconoce el valor de la excelencia, de la ejemplaridad y del honor, que sólo parece saber cuál es la mano del amo, país de siervos y de gitanos, con perdón de los calés.
Google y las tabletas

Líderes morales

La praxis aprobada por la Universidad de Sevilla, en relación con la manera de tratar a los alumnos que sean sorprendidos copiando en un examen, ha dado lugar, a Dios gracias, a muestras de estupor y a un cierto rechazo general, que alcanzó incluso a la Junta de Andalucía, ente sobre cuyo rigorismo moral cabe alguna que otra duda. La recepción de esta picardía disfrazada de ecuanimidad ha podido, por tanto, ser peor. No cantemos victoria, sin embargo.

Ayer tarde mientras trataba de abrirme paso por entre los escombros de este Madrid gallardonil endeudado hasta la vergüenza, escuché por la radio a un líder empresarial comentando el asunto. Para mi sorpresa, el preboste declaró, en tono semi-jocoso, que si la norma sevillí hubiese existido durante su época de estudiante, y se hubiera aplicado a las ocasiones en que copió, habría terminado su carrera mucho antes.

No sé si se atreverá a ser tan sincero cuando le pregunten por las veces que robó en sus empresas, corrompió a algún político, engañó a su mujer, o se apropió de lo que no debía, porque no tengo ninguna duda de que lo haya hecho, con una sonrisa y con precauciones, pero a fondo.

Se habla mucho de la crisis de valores, una expresión que me parece tópica e inane, pero no hay duda de que con el ejemplo de moralidad de líderes empresariales como el de ayer tarde no llegaremos muy lejos. Esta actitud de disimular la importancia de las faltas, del todo vale, resulta deletérea para una sociedad que quiera seguir siendo moderna y sólida. Si se impone la moral del mínimo esfuerzo y la tolerancia de la mentira, del engaño, del fraude, no tendremos ningún motivo para extrañarnos de una marcha atrás en toda regla, algo que tal vez se está iniciando con estos políticos incapaces de preferir que nos gobiernan y/o nos piden el voto.

Pep Guardiola: un gesto ejemplar

Hay pocas cosas más agradables que poder cambiar el juicio propio, cuando hay motivos para hacerlo.  Me acaba de pasar con Pep Guardiola, el entrenador del Barça. Como madridista, el tipo me caía mal, qué se le va a hacer. Pero el madridismo no lo es todo, en especial en este trámite, al parecer irremediable, de tránsito al florentinismo, una antigua religión milagrera a base de pasta y de “usted no sabe con quién está hablando”.  Dejemos a Florentino, que ya tendrá bastante con lo suyo, y vayamos con Guardiola.

Pues resulta que Pep se ha atrevido a hacer algo que me parece muy fuera de lo común. Enterado de que se le iba a proponer para el próximo Príncipe de Asturias, ha salido al paso de la iniciativa rogando que de ninguna manera se considere su candidatura, y afirmando que si, dentro de treinta años, lo sigue mereciendo, estará encantado de figurar entre los candidatos. Admirable, memorable,  magnífico y ejemplar.

Que una persona de enorme éxito, como lo está siendo el entrenador del Barça, sepa poner en su sitio a unos oportunistas desorejados es realmente maravilloso. Los premios están, o deberían estar, para exaltar lo ejemplar, pero los Príncipe de Asturias, en ocasiones muy lejos de esa obligación de excelencia, parecen dejarse llevar por el oportunismo más burdo. La aristocracia, si quiere conservar alguna justificación, no debería confundirse nunca con el populismo.

Guardiola ha demostrado ser un aristócrata, y los que han pretendido lucrarse con su momento de gloria unos desaprensivos, ya reincidentes, por cierto.