El fútbol y la justicia

La justicia y el fútbol no son compañeros habituales, porque el fútbol es inseguro y volátil como la vida misma. Pero hoy se ha hecho justicia con el fútbol español, con nuestro equipo nacional, siempre tan sufrido como inconstante y desventurado. Nuestra victoria frente a Alemania ha sido un acto de desagravio a una historia injustamente desigual, desafortunada y derrotista. Verdad es que la generación de futbolistas que nutren la selección es casi inmejorable: tenemos de todo y muy, muy bueno. Casillas es un gran portero; nos defiende gente supersolvente como Piqué, Puyol (¡¡¡tres hurras por él y por su gol rotundamente bello, pura fuerza y pundonor!!!), Capdevila, o Ramos. Eso que algunos pedantes llaman el doble pivote es fantástico, con un Busquets memorable y exacto y un Xabi Alonso ambicioso y pugnaz. La media es de ensueño, porque es difícil imaginar jugadores de más calidad que Iniesta o Xavi Hernández. Y en la delantera tenemos también ejemplares admirables, únicos, como el niño Torres, o el increible guaje Villa. No quiero dejar de mencionar a Silva, a Cesc o a Pedrito, ni tampoco a Fernando Llorente, a Arbeloa a Javi Gutierrez, y a todos los que faltan, en especial a ese Reina que no ha jugado todavía ni un minuto, y es el que más parece alegrarse del éxito de sus compañeros: se ve que vive en Liverpool y ha aprendido a amar más y mejor lo que, viviendo en la piel de toro, raramente valoramos como merece. La sombra benéfica de Vicente del Bosque ha cubierto a este grupo con un manto de buen hacer, de amabilidad, de cariño y de entrega, una conducta que es ejemplar y reconfortante para todos los que seguimos con ilusión la andadura de un equipo que tan bien nos está representando. Bueno, esta es, nada más, una nota de alegría y de esperanza cierta en que el domingo que viene las cosas sean aún más felices para todos, y bien que lo siento por los holandeses.

Una decepción apresurada

El disgusto por la derrota de la selección española de fútbol ante Suiza es lógico, pero no debería hacernos perder el mínimo de objetividad que es necesario en todo asunto técnico, y el fútbol lo es.
Lo primero que hay que anotar es que se ha tratado de una derrota imprevisible y merecida, aunque, una vez dicho esto, hay que averiguar de manera más precisa lo que ha fallado sin cargar la mano en la mala suerte, es poco serio.
Casi todos los protagonistas cometieron algunos pequeños errores, pero el fútbol es una máquina de magnificar descuidos. Los que me preocupan más son los que tienen que ver con el entrenador porque fueron los más graves, a mi modo de ver, tanto en el planteamiento como en la reacción ante la tardanza del resultado y, luego, ante la adversidad. Claro es que esto se puede decir acabado el partido y que, como bien pudiera haber acabado de otro modo, hay que decirlo con cuidado y respeto.
Me temo, sin embargo, que Del Bosque sea un personaje afable y dotado de diversas virtudes, muy útiles para el cargo, pero que no posea en gran abundancia el verdadero capital de un buen entrenador, a saber, la capacidad de añadir algo, en estrategia, en táctica, en picardía, al fútbol que practican sus pupilos. Es muy pronto para decirlo y nada desearía más que estar equivocado. Nuestros jugadores son buenos, aunque unos más que otros, pero no sé si sabremos acertar con el equipo adecuado y con la actitud conveniente, aunque queda vida por delante para comprobarlo.