En recuerdo de Carlos Mellizo, (Madrid 2 de octubre de 1942- Laramie (Wyoming, EEUU) 12 de febrero de 2019)

Reproduzco la necrológica que aparece en el ABC de  20 de febrero de 2019

UN ACADÉMICO EJEMPLAR

 

Carlos era Profesor Emérito Distinguido de Filosofía en la Universidad de Wyoming, donde también enseño Literatura Española desde 1968. Sus trabajos de investigación se han centrado en la filosofía española del Renacimiento, el ensayo contemporáneo y el utilitarismo británico. Madrileño del barrio de Salamanca, tras doctorarse en la Complutense se fue a Inglaterra y luego a Estados Unidos. Allí se casó con Esther Vialpando, una norteamericana de origen español, con la que ha tenido cuatro hijos y siete nietos.

Carlos fue, además de un académico ejemplar, una persona muy creativa, un artista vocacional que volcaba su espíritu tocando con enorme gracia el piano o dibujando unos estupendos retratos de los más diversos personajes. De carácter muy jovial, convirtió su hogar americano en posada de españoles, porque se empeñó en que en Laramie hubiese casi todos los veranos un foco de promoción de nuestra cultura, una labor por la que se le otorgó la Cruz de Isabel la Católica. La primera vez que me encontré con él en Wyoming, tras años sin vernos, me sorprendió su capacidad para ser, a la vez, el norteamericano en que se había convertido y el español que nunca dejó de ser. Yo recordaba a un joven inusualmente elegante, y me encontré con un profesor en pantalón corto y que llevaba la raqueta de tenis, en armoniosa compañía con sus libros.

Carlos era de una modestia bastante inusual, era la persona que menos importancia se daba del mundo, y creo que esa cualidad le permitió dedicarse a o que realmente le gustaba, sin la menor preocupación por quedar bien, o alcanzar esos reconocimientos sin los que tantos no saben vivir. Él conocía como nadie el pensamiento inglés y sus traducciones y estudios en ese campo le han granjeado una autoridad indiscutible. Una brillante lista de autores de importancia, como David Hume, John Stuart Mill, John Locke, Edmund Burke, George Berkeley, Thomas Reid, Thomas Hobbes, o Veblen, le deben una presencia muy aseada en nuestra lengua.

Carlos publicó varios libros de ficción, escribía casi sin parar, cuentos, novelas, ensayo y poesía, lo consideraba un lujo y una necesidad, y lo hacía para aprender, no para impresionar a nadie, con una sencillez admirable, con esa humildad profunda del que sabe que de las muy variadas formas de la necedad la más imperdonable es la pretenciosa. Espero no olvidar nunca su sonrisa, su buen humor, su inteligencia y su bondad.

José Luis González Quirós