Trevijano

García Trevijano ha sido una de esas figuras que aparece en casi todo, en política, en negocios raros, en arte y en lo que haga falta. Temprano prodigio académico, ha ido por la vida muy consciente de su superioridad, y eso no es algo que haga a la gente simpática. Dotado de un potente impulso para racionalizarlo todo, llegó un momento en que, según confesó repetidas veces, parecía que nada quedaba fuera de su competencia, componiendo una figura que no es insólita en la vida española, la del líder omnisciente que es  fervorosamente seguido por los correspondientes illuminati, con alguna frecuencia, gente perfectamente capaz, pero que se sienten vilmente traicionados por las masas de seres vulgares que no reconocen al maestro su absoluta eminencia. En este aspecto me recuerda un poco a personajes como Gonzalo Fernández de la Mora, Gustavo Bueno, Albert Boadella, Arcadi Espada, o el propio Manuel Fraga salvando lo que haya que salvar.
La política real era probablemente su campo preferido, porque, desde luego, entendía que su dominio de la teoría (pura, la llamó) le habilitaba excepcionalmente para el caso, y acabó sustituyendo su frustración particular por un rechazo total al «régimen», al modo de ser y funcionar del sistema del 78 que no es malo porque ninguno deja de serlo sino, muy específicamente, por no haberle hecho caso.

En los últimos años, su figura ha reconocido una cierta popularidad en la medida en que se han ido extendiendo ideas como la del «fracaso del bipartidismo» o «crisis del régimen», en especial después de la abdicación de Don Juan Carlos. El caso es que muchas de las cosas que apuntó Trevijano están certeramente vistas, pero, en mi opinión, estaba muy cerca de incurrir en  el mismo error de base de algunos de los doctrinarios arriba citados, la íntima convicción de que habiéndole hecho caso nos libraríamos de todo mal. Es una lástima que la realidad no permita poner a prueba la pertinencia de tales diagnósticos, que se empeñe en ir tirando al margen de las fórmulas paradisíacas, pero así es. Algunas de las ideas de Trevijano están muy puestas en razón, su pretensión de ser la verdad absoluta e indiscutible, junto con una actitud despectiva y arrogante respecto a todo no le han ayudado a hacerlas eficaces, pero seguirán sirviendo durante algún tiempo para que vivan del ensueño unas decenas de Trevijanos menores.

La política es como es, igual que la vida.