Anemia política

Entre tantas malas noticias económicas apenas se discierne un mensaje político coherente, ni dentro, ni fuera. Cuando parece que los políticos olvidan su oficio, y que todo lo fían a cuadrar las cuentas, es indispensable recordar que la política existe para crear metas y caminos, que no puede reducirse a contabilidad, recorte, y espanto. Pero la política exige saber quién se es y dónde se está, y eso es más difícil de definir de lo que se supone cuando ya casi nada es lo que era.
Como españoles, estamos a punto de despertar del sueño idílico de Europa, de una meta que nos llenó de orgullo, y que ahora, una vez conseguida, parece, de repente, una cruel desventaja, una institución estrecha que nos niega el pan y la sal. Es gracioso, por decir algo, ver a algunos de nuestros europeístas extrañarse de la tacañería del BCE, que parece tener mayores preocupaciones que nuestra deuda, lo que algunos, muy empeñados en tener razón, juzgan un desafuero. ¿No será que impulsados por esa utopía perfectamente alicorta nos olvidamos de trazar una senda propia? Muchos, no se olvide, han querido ser europeos para olvidarse de lo que somos, y eso no puede funcionar. 
Es penoso descubrir tan tarde las carencias de Europa, y que hayamos aspirado a perdernos en un entramado institucional más caótico que otra cosa. Puede decirse que no sabemos ni qué hacer, ni dónde estamos exactamente, mientras se siguen repitiendo mantrasgastados y tristes. Pero alguien hablará con fuerza y con pasión, no tengan dudas, porque el tiempo, decía Quevedo, ni vuelve ni tropieza, y las viejas naciones se resisten a morir. Lo que llama la atención es la renuncia de los elegidos a hacer aquello que tanta falta hace, que pudiendo evitarlo dejen que crezca el vacío de poder, que triunfe la anemia política.
amigos y enemigos tecnológicos