El fútbol como sorpresa

Suponer que hay algo sorprendente en el fútbol debe sonar a chunga a cuantos están más que hartos de no oír hablar de otra cosa. Esto es así entre nosotros y no dejan de subrayarlo los que nos ven desde fuera: recuerdo una especie de road-movie, creo que de Tanner, en que su protagonista, al pasar por España camino de Lisboa, trataba de oír la radio desde el coche y no conseguía oír otra cosa que “¡goool!… ¡goool!” Hace unos días vi un excelente documental sobre España en un YouTube de un periódico y, en efecto, la primera imagen era también un balón rodando (¿por cierto lo recuerda algún amable lector?, me gustaría volver a verlo y no he sabido localizarlo). No me refiero, pues, a ninguna sorpresa de un fútbol raramente ausente, sino a la sorpresa que deparará, para cuantos gustemos del fútbol, y no necesariamente de sus abusos mediáticos, el resultado del próximo Real Madrid-Barça el sábado que viene.
Habrá sorpresa porque se dirán tantas cosas, que apenas podrá uno imaginar algo indecible. Pero habrá sorpresa también porque, una vez más, hay que esperar que el resultado de un lance derribe la mayoría de las teorías previas, que esta es una de las grandezas de este juego tan insoportable para quienes no lo aman.
Se pueden derribar, como mínimo, un par de mitos antagónicos, la perfección del Barça, el adefesio del Madrid; pero también pueden fortalecerse. Se puede terminar con ditirambos y con alegatos críticos, pero también pueden reforzarse. Nadie puede saber qué va a pasar, aunque todos lo sospechen y muchos lo teman. Resplandecerá así, aunque por poco, alguna de las enseñanzas más hondas de este deporte, que nada es previsible, que hay cosas que no pueden ser, que el tiempo se agota, que, al final, la verdad se nos impone, y que mañana ya no será nunca como ayer. Para quienes crean que el pasado es inmodificable recomiendo como ejercicio meditar sobre el fútbol y, para quienes no acierten a hacerlo, les puede ayudar la lectura de Jorge Manrique:
¿Qué se hizo el Rey don Joan?
Los Infantes d’Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
¿qué de tanta invención
que truxeron?
¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras de las eras,
las justas e los torneos,
paramentos, bordaduras
e çimeras?
Por si el ejercicio les resultase extremadamente doloroso, prueben con esta descripción, y consejo, de Louis Aragon: La vie est un voyageur qui laisse traîner son manteau derrière lui, pour effacer ses traces. No olviden que, mientras vivamos, mañana será siempre otro día.