El retruécano

Aunque tal vez  no tenga una gran formación retórica, está claro que ZP es aficionado a los juegos de palabras y, si no es él quien los cultiva, tiene un grupito de asesores que le preparan papelas la mar de ingeniosas con las que luce su aplomo en la tribuna. Eso que le dijo a Rajoy de no ser quien para dar lecciones porque lo suyo es perder elecciones es una cosa muy fina y muy ocurrente, además de que rima. 

ZP venera la sutileza que le parece, casi con seguridad, la parte más positiva en la herencia dialéctica de la lucha de clases que la izquierda ha debido abandonar, más que nada, porque resulta aburrido comer con los pobres cuando se puede cenar con los ricos y, encima, tenerlos con el corazón encogido, siempre a la espera de las dádivas presupuestarias. Además, a falta de buenos datos y de ideas originales, qué duda cabe que lo mejor es dar muestras de  ese ingenio florido que tanto veneran los españoles de a píe.

Cabe sospechar, sin embargo, que el presidente sea algo más que un aficionado a las frasecitas; algo hay en él que induce a creer en que es un solipsista del tamaño de un rascacielos. Lo razonable, dada su manera de afrontar los debates, o las hipotéticas crisis, es asumir que profesa vehementemente la creencia de que, lo que no se menciona, no existe en realidad. Su teoría es una variante de aquella afirmación, un tanto cínica, según la cual,  ya que no podemos cambiar el mundo, deberíamos, al menos, cambiar de conversación. Esa es, me temo, su arma secreta contra Rajoy: conseguir que el líder del PP se vea asociado con un aguafiestas, con una especie de cobrador del frac que, no en vano, va vestido con un aire relativamente fúnebre.

Frente a ese aire triste y amargamente realista, ZP pretende investirse de una gaya conciencia, ser amigo de las finuras y el cinismo suave. Cree que los españoles no son pasotas, sino escépticos, y siempre van a preferir a un humorista capaz de hacer un chiste en un funeral que a un contable que trabaja hasta los días en que hay partido.  En consecuencia, ZP se ha deshecho de personas tristes y taciturnas, como Solbes, y se recrea con la compañía de mujeres alegres y faldicortas, aunque la verdad alguna no está ya para muchos trotes, pero eso son minucias cuando se tiene voluntad de juerga y de pasarlo bien.

Pero ZP no se confía solo al efecto de las sutilezas sino que, a Dios rogando y con el mazo dando, se trabaja bien el apoyo de la artillería mediática, en espacial de las teles, tan divertidas, y tan predispuestas a las buenas noticias. La hormiga lo tiene crudo en su enfrentamiento con la cigarra. A Rajoy no se le ocurren frases ingeniosa sino cifras contundentes y eso resulta áspero y reiterativo, cree ZP. Algún día hará una variante de “mi reino por un caballo”, pero puede que se quede con ambos, por el asombro que produce su facundia y su imperturbable sonrisa. 

[Publicado en Gaceta de los negocios]